Hoy, 2 de agosto, en el Día del Trabajador Gastronómico, no alcanza con un saludo. Porque detrás de cada mozo, cocinero, parrillero, pastelero, ayudante o encargado, hay una historia de esfuerzo, de jornadas largas, de trabajo los fines de semana y feriados, de entrega total para que otros disfruten.

La gastronomía no es solo una actividad comercial: es un servicio humano. Son miles de trabajadores y trabajadoras que sostienen uno de los pilares del turismo y de la economía local, como lo es en nuestra ciudad de Federación. Sin embargo, este año los encuentra atravesando un momento muy complejo.

La caída del consumo, el aumento de los costos, las tarifas impagables, la presión impositiva y la incertidumbre económica hacen cada vez más difícil mantener un restaurante, una parrilla o un bar funcionando. Y esa carga no solo la lleva el dueño, sino que recae también en quienes trabajan en cada uno de estos lugares.

Muchos gastronómicos hoy sienten que el esfuerzo no es recompensado, que no hay respaldo ni previsibilidad. Falta una política seria que proteja al trabajo genuino, que defienda al pequeño comercio y que ponga a la producción en el centro.

Como empresario del sector, y como vecino comprometido con mi ciudad, sé de primera mano lo que significa sostener una fuente de trabajo en estos tiempos. Por eso, desde mi rol político, asumo el compromiso de impulsar propuestas concretas que alivien al sector: reducción de cargas impositivas locales, incentivos para el empleo joven, apoyo a la capacitación y promoción de Federación como destino turístico estratégico.

Federación tiene todo para volver a ser uno de los centros turísticos más importantes del país. Pero eso no va a suceder solo: necesita decisión política, gestión eficiente y sobre todo amor por lo nuestro.

A todos los trabajadores y trabajadoras gastronómicas: gracias por sostener, aún en la adversidad, el espíritu de servicio y la cultura del trabajo. Cuentan conmigo, hoy y siempre.

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